Maldita Panamericana

La idea de este relato nació hace un par de meses atrás, primigeniamente había escrito un poema sobre una persona que manejaba en una carretera y que bueno añoraba un amor que no tenía cerca y que temía perder por el rechazo y como última frase de ese poema había escrito Maldita Panamericana. Pero un gran amigo mío de mis épocas de teatro, me sugirió la idea de convertir este poema en un relato y luego de repensarlo, me anime a hacerlo relato. El porqué de Maldita Panamericana, es que Panamericana es por la carretera que pasa por casi toda la costa del País y maldita porque en el trayecto que el protagonista maneja ha habido muchos muertos, a continuación adjunto el poema primero  y luego el relato de Maldita Panamericana. Sin querer, estos últimos días buscando algún video que tenga relación con mi relato me he dado cuenta que esta historia puede tener parecido a una conocida canción del reconocido Christian Meier: Carreteras Mojadas.

Maldita Panamericana (Poema)

Voy a más de 100

Manejo en la oscuridad

Son 4 de la mañana

Y muero de ganas de volverte a ver.

 

Estoy borracho, pues he fumado

 Y tomado en cantidad

Sé que es una imprudencia hacerlo

Pero eso lo único que me ayuda

A olvidar las penas que vienen

A mi mente cuando sé que no

Estás cerca a mí.

 

Manejo sin saber a dónde voy

La verdad no sé donde estas

Pero me aferro a la esperanza

Que cuando amanezca ahí estarás.

 

Grito tu nombre, sacando

Mi cara del auto y Solo siento

Que las almas de la noche son las únicas

 Que escuchan y saben mi dolor.

 

El temor de tu rechazo  me consume también

Por dentro, pues es un miedo real,

 Pero aun si sigo Manejando por

La Maldita Panamericana.

 

 Maldita Panamericana (Relato):

Domingo en la madrugada. Kilometro 1853 rumbo hacia el norte, subiendo las curvas de un serpentín muy peligroso. La visibilidad es casi nula; pues hay niebla y ha llovido un poco. Las llantas patinan un poco al dar cada vuelta. Pero me despreocupo, soy un arriesgado que ha tomado muchas cervezas y ha fumado dos cajetillas del cigarro más fuerte, manejo a toda marcha. Le tengo asco a la vida en este instante. Me importa poco si muero y caigo desbarrancado. Acelero sin medir las consecuencias. No tengo rumbo fijo; pues sencillamente no sé si a donde voy tu estarás.

120 km/h marca el velocímetro, son casi las 4. Los únicos ruidos que se escuchan a esa hora, además del motor de mi vieja camioneta Ford F100 del año 56, son los de aquellas almas que no han sobrevivido al serpentín. Almas desdichadas, que cantan salmos dolorosos. Cuerpos no encontrados que desean encontrar al fin el descanso eterno.

Fernanda, mi amada Fernanda; lamento haberte fallado. Abro otra cerveza, veo que es la última. Tomo grandes sorbos, es mas la quiero terminar rápido; para que el licor me haga efecto.

Agarro el timón con firmeza. El serpentín se acabo. Ahora viene la pista recta y sin curvas. Acelero mas, ahora voy a 150. Me siento un dios al volante. Sudo mucho. Quizás sean los nervios, quizás el alcohol o quizás sea la mierda que tengo en la cabeza. Esa mierda es la que me impide borrarte de mi mente; esa mierda son nuestros recuerdos, todos esos días de relación que vivimos juntos. Todas aquellas experiencias, tan lindas algunas. Todas yo las mande al carajo; cuando esa tarde te puse la mano encima y te golpee. Sabes no fue mi intención hacerlo. Pero uno borracho, comete idioteces y esta fue la mayor de todas.

Mi error nos alejo. Trate de reparar las cosas; pero el daño estaba hecho. Busque incesantemente la forma de entablar una conversación contigo, para tratar de explicarte y convencerte que ese incidente lamentable; no ocurrirá nunca más. Pero no hubo forma de encontrarte; pues: Apagaste tu celular, te negaron en tu casa  miles de veces y habían cambiado el anexo de tu oficina; luego me entere que te habían cambiado de horarios e incluso estabas en una nueva sucursal y por ultimo me bloqueaste el acceso a tu correo. En conclusión sabía que no querías verme.

Ya habían pasado 6 meses y debo admitir, que durante ese tiempo aprendí a extrañarte, valorarte y por sobre todo a amarte. Tal como tú lo hacías. Lo más triste de esto es que tarde me di cuenta de lo que tenía y que ya no recuperare más. Perdóname te dije hoy, cuando recién te logre encontrar en aquella discoteca después de todo este tiempo. Me arrodille e implore por lo más lindo y sagrado que sentía por ti, que no debí haberte hecho daño y que realmente te amaba. Me miraste seriamente y comenzaste a llorar; me dijiste que me parara y que no hiciera el ridículo. Sollozando me dijiste que “hay mucho tiempo”, pero yo no entendía a que te referías con eso. Te quise agarrar la mano, porque sentía que quizás aun me amabas muy en el fondo de tu corazón, pero no me permitiste acercarme y alejándote de mí me dijiste:

Nunca dejas terminar una frase….hay mucho tiempo para que rehagas tu vida con otra chica que te ame. Yo ahora te digo que no te amo; pues dejaste en mí una marca, que aun me duele; mi corazón y mi  alma partida lloraron mucho. Aquel golpe que me diste, fue más que solo daño físico y lo siento, pero ya después de eso nada es lo mismo…si quieres te puedo perdonar, la agresión; pero no me pidas que te vuelva a amar como antes, por más que lo intentes, mi corazón ya no siente lo mismo por ti…así que lo siento, pero olvídame. Lo nuestro termino.

Esas palabras como fueron como dagas directas a mi corazón. Esas palabras destrozaron todo: Mi mundo y mi razón de vivir y aquí me tienes manejando de nuevo en la madrugada, por una pista peligrosa y completamente ebrio. Quizás maneje hasta la mañana, o quizás de aquí el sueño me gane y muera. La verdad y vuelvo a insistir en el punto que a esta hora poco me importa mi vida y mi destino. Pues lo único cierto es que te sigo amando y que tu no me amas y si no me amas; no puedo obligarte a hacerlo, pero tampoco yo encuentro motivo alguno para seguir viviendo y es que no veo en mi vida otra chica que no seas tú Fernanda.

Pasa el tiempo y mi esperanza de reconquistarte renace por un instante. Ahora nuevamente muero de ganas de volverte a ver y espero que al final de la carretera estés tú. Saco mi cabeza por la ventana y grito tu nombre. Los únicos que me responden son esas almas con sus penares. Malditos sus lamentos, pues son más fuertes que mis gritos y maldita mi suerte. Maldito mi destino. Malditos todos. De nuevo presiono el acelerador, ahora oficialmente el velocímetro esta al máximo.

Pero luego mis temores y mis miedos me invaden. Creo que me volverás a rechazar  eso me terminaría de destrozar mi corazón y por eso tengo miedo. Pero luego recuerdo que mis esperanzas no tienen fundamento, que mi castigo es justo y que simplemente no te merezco. Comienzo entonces nuevamente a llorar, lamentando el error pasado y el dolor que significa no tenerte en mi vida.

A lo lejos veo las luces de los que parecen ser dos pueblitos rurales. La noche se va aclarando y llega el amanecer. Mis ojos cansados de apoco se cierran. Un sueño profundo comienza a invadir mi cuerpo y siento como de a pocos el timón se va hacia un lado. Hasta que no puedo más y mis ojos se cierran. No escucho el ruido del choque, ni lo que vino después, lo único que sé es que ahora te puedo ver no sé si desde el cielo o del infierno como lloras frente a mi ataúd. Lo siento Fernanda, lo siento por todos. Pero nada será igual en mi vida si no estás tú. Quizás lo único cierto, es que lo único que recordaras de mi es que morí el amanecer de un domingo en la  Maldita Panamericana.

Deja un comentario